domingo, 5 de septiembre de 2010

Algo que siempre me gustó

         Con el juego no se juega, al juego se juega.
Jugar es una filosofía de vida, permitirse jugar es una desición que tomamos quienes entendemos que calidad de vida es más que cantidad de casas, cantidad de autos, cantidad de cuentas bancarias.
El juego nos hace libre, juegar es hermoso. Es interrumpir el orden que rige la vida cotidiana, es abrir la puerta prohibida y pasar al otro lado del espejo, sumergiéndonos en la realidad colmada de objetos tal como aparecen.
Para jugar no hay que temer al ridículo, olvidarse si eso está mal o está bien, y aceptar las reglas del juego sin ningún prejuicio, sin arrastrar nada de la vida cotidiana.
Para jugar bien hay que apasionarse, para apasionarse hay que salir del mundo de lo concreto, salir del mundo de lo concreto es introducirse en el mundo de la locura, del mundo de la locura hay que saber entrar y salir. Sin introducirse en el mundo de la locura no hay creatividad, sin creatividad uno se burocratiza, se torna hombre concreto, termina repitiendo las palabras del otro.